Parece ajena la verdura
a los tejidos,
que son sumarios-sudarios
Que aletargan cuero y bofes a cada vaho.
A las pestes de quimeras que calzan cráneos
Y hacen convexas las fosas del olvido.
De los pesares mundanos
Los rosales desdeñan,
Se mofa la hiedra,
Los magnolios laceran
Se ausenta el sauce.
Me he dejado querer,
por Su presencia,
abriendo fronteras,
horadando límites,
soltando peso.
Y eso era todo,
que el silencio me sobrecogía,
me enmudecía ,
me bañaba de colores de terciopelo.
Y dormía
y vibraba
y soñaba
y quería.
Y eso era todo,
que me mecía
que me encontraba.
Sangre de toro,
que lava las huellas
de los demonios de odio
de vuestras vidas internas.