domingo, 19 de junio de 2016

IIIIIII

Esta noche al borde del sueño vino La Muerte con forma de Zarina a explicarme la profundidad de mi aflicción.
Solía verla al filo de la cama hasta que se la llevó a medias, solo por el día.
Dice que lamer mis cicatrices es lamer piedras de río, frías, lisas y antiguas, pero que no cabrá en mí suficiente vida para verlas hechas tierra.
A La Muerte le gusta el sabor.
El día que Zarina estaba a mi lado dejó en su oído unas gotas: que soy hija dos orbes rotos, y que como no tengo certezas, no serán para mí las historias de llantos buenos.
Yo estaba quieta y oí por un velo de seda o una sábana.
A la muerte le gusta levantar los párpados y sumar el tiempo que resta.

Lo sabe porque se lo dije una noche que yo era un pájaro y le visité cuando los gatos cierran un ojo y el otro lo ponen en cuarto creciente. Alerté que yo estaba tan triste que me vibraba hasta la médula de soledad, miró entonces mi cuerpo quieto sudando bajo el nórdico y dijo que tenía razón, que temblaba de soledad.
Le daba tanta pena verme...
Fue cuando Muerte con forma de Zarina, desde borde de la cama dijo con voz de mortaja que mis cicatrices son como piedras de río y no veré el día que se conviertan en barro.