lunes, 3 de octubre de 2016

Ultramar



Olvidé el amargor del adiós para conservar el dulzor del encuentro. Era la búsqueda y sus matices. 

La introspección es lo que nos mantiene vivas. El diálogo con el yo. Los otros nunca saben lo que piensas. Aunque lo digas. Aunque lo escribas. Morirías de vergüenza en cada esquina. De dolor. Estarías perdida. El pensamiento nos salva. Y nos tortura. Y nos ofrece caminos.
A veces, entre pestañeo y pestañeo, tengo alucinaciones. Quizá sean mis visiones más certeras. Sé que la realidad no es real. Lo intuyo. Lo huelo. Están ahí. Los otros sin rostro. Entre ellos una diosa. Tu mirada de gata me enferma. Apenas percibo su indiferencia, por eso me alejo.
La soledad en la naturaleza me hace más fuerte y me acaricia las piernas. Estabas tú pero te olvidaba. El sentimiento romántico podría quebrarme en cualquier momento. Alcanzar la cima para caer de nuevo al infierno. Ningún trono es sempiterno.
Cada persona es una luz. Todas se apagan y te fuiste igualmente.
Tus imágenes de ultramar son ideas. Y recuerdos que son sueños. Te maldigo por ser yo. Busqué confesiones en el reverso de tus palabras. Siempre he escrito en los márgenes de los libros.
Me hiciste llorar. Te odio/te quiero y te echo de menos. Eres el castigo por dejarme conocer. Tardaré un siglo en volver a abrir las piernas.
Al abandonarme volé libre pero el cielo me castigó por osada. Y caí. Ardí como arden las almas en pena. Y me convertí en cenizas que se expandieron cuando cerraste la puerta.
Nuestra introspección es un poema que no se resuelve. O sí. Las conversaciones conmigo misma son violencia y quietud. Viajes. Piedras y riveras de terciopelo verde. Aunque te lo narrase con las manos de Jean Genet, tú lo seguirás viendo en blanco y negro.
No soy perfecta. Hiero. En mis búsquedas hay sufrimiento. Intento no ser yo la víctima.
La belleza del mundo que me rodea me castiga. Cuántos lamentos por lo sublime del mar. ¿Acaso quieres hacerme insignificante? ¿Más insignificante?
A veces las venganzas se funden con una huída hacia delante. La escapada que se retrasa por el odio. Hiciste lo mismo.
Avanzo en mi silencio. Ahora puedo escuchar mis lágrimas. El ruido es estremecedor. Me tiemblan hasta las mentiras. Estalla el pálpito.
Maldita herencia. Quizá me inciten esos versos a volverte eterna. La heroina de tinta negra que huyó para dejar morir a una sirena.


Un relato breve y mortal,
tan crudo, 
tan azul.