¿Sabes ese horizonte que es El Sentir
que da a todos los caminos?
Tanto si fenecen en paramos
como si florece un orgasmo...
ahora parezca que su rosa de los vientos fuese desojada.
Y luego la violencia. Lo peor.
Refuerza ese mismo pesar,
el que abrumen las cenizas
incluso siendo lava.
En mi ropa hay pisadas de botas
justo ahí, en la caja torácica
y es que no se van con nada.
Viene dado por “jamás”: este grito primario nacido del esternón, maquinal como el latido. A su paso rompe tamices y es inevitable y maloliente, un fruto inútil, oscilante y podrido, que se aferra al árbol en terca rebeldía.
Extenue ya de endoscopias magnéticas... de entes concretos, de turbas foráneas, de no saber que ocurre y obviar conocerlo. Tener el deber de pensar que, al arrancar algunas hebras rojas pero bien urdidas, debe vulnerarme la fe y esas presunciones…
Mejor no acercarse al radio de hedor, que emponzoña y enmohece la primavera.