viernes, 24 de octubre de 2014

Los ombligos del mundo

Aquí estoy, sentado entre mi hermano el monte y mi hermana la mar. 
Los tres somos uno en la soledad, y el amor que nos une es profundo y fuerte y extraño.
No, es más profundo que la profundidad de mi hermana y más fuerte que la fuerza de mi hermano, y más extraño que la rareza de mi locura.

Siglos y siglos han pasado desde que el primer amanecer gris nos hizo visibles unos a otros; y aunque hemos visto el nacimiento, la plenitud y la muerte de muchos mundos, somos impacientes y jóvenes todavía.
Somos jóvenes e impacientes y aún estamos solos y no visitados, y aunque siempre estamos medio abrazados, no encontramos consuelo. 

¿Y qué consuelo existe para el deseo controlado y la pasión no desatada? ¿De dónde vendrá el dios ardiente a calentar la cama de mi hermana? ¿Y qué corriente femenino apagará el fuego de mi hermano? ¿Y quién es la mujer que gobernará mi corazón? 

En la quietud de la noche, mi hermana murmura en sueños el nombre del dios del fuego desconocido, y mi hermano llama a la lejanía a la diosa fría y distante.
Pero ignoro a quién llamo yo en mis sueños

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 

Aquí estoy, sentado entre mi hermano el monte y mi hermana la mar. Los tres somos uno en la soledad, y el amor que nos une es profundo y fuerte y extraño.

El Loco - Khalil Gibran


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